sábado, 23 de julio de 2016

El si por la paz será arrollador

Editorial-EL PREGONERO DEL DARIÉN- JULIO-2016

Sin entrar en discusiones bizantinas  sobre buenos y malos a la hora  de respaldar el plebiscito por la paz, la tarea en no dejarnos desviar con trampas mezquinas y avanzar en la tarea para llegar a los diez  millones  de votos y ojalá sean más. Mayor  legitimidad habrá.

Algunos avivatos  que no faltan, sobre todo aquellos  que  sin argumentos  y tras  haber  pasado la actual legislatura en  blanco, andan pescando votos para las parlamentarias del año venidero, quieren ahora  dividir  al pueblo entre  buenos y malos,  a la hora  de  apoyar  el proceso de paz, trampa  en la que no podemos caer  la gran mayoría  de los colombianos, sedientos  durante décadas de paz, armonía y convivencia.


La sabiduría  popular dice que  en la viña  del señor  hay  de  todo y es cierto, por eso hay un grupo reducido de beneficiarios de la guerra, esos  que  han convertido el conflicto  en un  negocio que les ha  producido réditos  durante medio siglo, con el despojo de tierras y las transacciones fraudulentas, que durante muchos años tuvieron  al coco  de las FARC, para echarle la culpa  de todos los males  del país, y ahora  que  ese discurso  se diluye como el agua  entre los dedos, entonces salen como desadaptados mentales a  azuzar una guerra que  ya vemos cada día más  lejana y una paz  más  consolidada.

Despejado el camino institucional para que el pueblo legitime los acuerdos  de  la Habana, entonces  manos  a la obra, por  primera  vez  en Colombia los  grandes  partidos políticos (menos uno)  incluyendo la izquierda democrática,  actuarán unidos promulgando el voto positivo por  la paz, además  de centenares  de  organizaciones sociales, la Iglesia, los gremios, los sindicatos, acompañados  por  la comunidad internacional y las  más representativas  personalidades  del  mundo.

Nada podrá  truncar la  ilusión  ni el derecho de las nuevas generaciones a  vivir  en una patria mejor, ya  que a tantas  nos correspondió el horror  de  la guerra.
Por eso no podemos  caer  en la torpeza  en involucrarnos en una guerra  de palabras   como la que se observa especialmente en las redes  sociales, no desviar la atención del objetivo central que  es lograr por  lo menos diez  millones  de votos para  legitimar los acuerdos  de  la Habana, y  si la cifra es mayor, mucho mejor.

La paz  no es un monopolio  del presidente Santos , es un derecho de los colombianos, tampoco  le pertenece a  partido alguno, es patrimonio  de  todos  y  como tal la  tenemos  que defender, otros vientos  soplan para el país y en la medida  en que la guerra  baje  su intensidad, que  otros  actores armados como el ELN, entiendan que la paz  es el camino  sin derramar  más sangre  colombiana que tan hijos  de  la patria  son sus guerrilleros  como sus policías y los  soldados, la paz  se irá  aclimatando, entonces esos  enormes presupuestos  que  hoy  se lleva  la muerte y la destrucción,  entrarán a  saldar esa enorme deuda social en educación, salud, y en el campo colombiano hoy  sometido al total abandono.

Tenemos  que ser realistas, este proceso no es la paz, es el comienzo  de  una  nueva etapa para los  colombianos, y de  allí también  deben surgir organizaciones  sociales y políticas  fuertes que se  constituyan en veedurías ciudadanas para vigilar los  recursos  públicos y afrontar el mal más  grande que tiene el país  que es la corrupción, hay  que  fortalecer  la Fiscalía y la Procuraduría  General  de la Nación, sacarlas  de ese pantano  de  la politiquería en que  hay caído, para  que  se  conviertan en herramientas  efectivas en la lucha   contra  dicho flagelo que nos  ha  ganado el pulso hace  mucho tiempo, hay  que dotarlas  de facultades para  que cumplan su  verdadero papel  frente a la sociedad.
Hay  que devolverle el sitial a las  altas  cortes hoy  carcomidas  por los vicios de  la politiquería  y el delito y dignificar  el ejercicio de  la política, algo  que a nuestros  dirigentes no les gusta  ni mencionar. De lo  contrario, todos estos esfuerzos  caerán en el vacío y terminarán siendo otra frustración para el país.

A  la desmovilización de las FARC y su conversión en partido político no hay  que temerle, Colombia  ha  tenido varias  experiencias en ese campo y  nada  ha pasado, incluso hoy varios viejos  dirigentes  del M-19 cohabitan plácidamente  con la extrema derecha, otros tantos  del EPL, cabalgan igual o simplemente  fueron absorbidos  por los partidos tradicionales a punta  de prebendas y nada  ha  pasado, la vida  institucional del país  ha seguido su rumbo. Entonces no armemos una hecatombe  donde hay futuro y esperanza y  todos a las urnas  en sana paz, a respaldar la paz como patrimonio de todos los colombianos, como un derecho inalienable.