Editorial-EL PREGONERO DEL DARIÉN- JULIO-2016
Sin entrar en discusiones bizantinas sobre buenos y malos a la hora de respaldar el plebiscito por la paz, la
tarea en no dejarnos desviar con trampas mezquinas y avanzar en la tarea para
llegar a los diez millones de votos y ojalá sean más. Mayor legitimidad habrá.
Algunos
avivatos que no faltan, sobre todo
aquellos que sin argumentos y tras
haber pasado la actual
legislatura en blanco, andan pescando
votos para las parlamentarias del año venidero, quieren ahora dividir
al pueblo entre buenos y
malos, a la hora de
apoyar el proceso de paz, trampa en la que no podemos caer la gran mayoría de los colombianos, sedientos durante décadas de paz, armonía y
convivencia.
La
sabiduría popular dice que en la viña
del señor hay de
todo y es cierto, por eso hay un grupo reducido de beneficiarios de la
guerra, esos que han convertido el conflicto en un negocio que les ha producido réditos durante medio siglo, con el despojo de
tierras y las transacciones fraudulentas, que durante muchos años tuvieron al coco
de las FARC, para echarle la culpa
de todos los males del país, y
ahora que ese discurso
se diluye como el agua entre los
dedos, entonces salen como desadaptados mentales a azuzar una guerra que ya vemos cada día más lejana y una paz más
consolidada.
Despejado
el camino institucional para que el pueblo legitime los acuerdos de la
Habana, entonces manos a la obra, por primera
vez en Colombia los grandes
partidos políticos (menos uno)
incluyendo la izquierda democrática,
actuarán unidos promulgando el voto positivo por la paz, además de centenares
de organizaciones sociales, la
Iglesia, los gremios, los sindicatos, acompañados por la
comunidad internacional y las más
representativas personalidades del
mundo.
Nada
podrá truncar la ilusión
ni el derecho de las nuevas generaciones a vivir
en una patria mejor, ya que a
tantas nos correspondió el horror de la
guerra.
Por
eso no podemos caer en la torpeza
en involucrarnos en una guerra de
palabras como la que se observa
especialmente en las redes sociales, no
desviar la atención del objetivo central que
es lograr por lo menos diez millones
de votos para legitimar los
acuerdos de la Habana, y
si la cifra es mayor, mucho mejor.
La
paz no es un monopolio del presidente Santos , es un derecho de los
colombianos, tampoco le pertenece a partido alguno, es patrimonio de
todos y como tal la
tenemos que defender, otros
vientos soplan para el país y en la
medida en que la guerra baje
su intensidad, que otros actores armados como el ELN, entiendan que la
paz es el camino sin derramar
más sangre colombiana que tan
hijos de
la patria son sus
guerrilleros como sus policías y los soldados, la paz se irá
aclimatando, entonces esos
enormes presupuestos que hoy se
lleva la muerte y la destrucción, entrarán a
saldar esa enorme deuda social en educación, salud, y en el campo
colombiano hoy sometido al total
abandono.
Tenemos que ser realistas, este proceso no es la paz,
es el comienzo de una
nueva etapa para los colombianos,
y de allí también deben surgir organizaciones sociales y políticas fuertes que se constituyan en veedurías ciudadanas para
vigilar los recursos públicos y afrontar el mal más grande que tiene el país que es la corrupción, hay que
fortalecer la Fiscalía y la
Procuraduría General de la Nación, sacarlas de ese pantano de la
politiquería en que hay caído, para que
se conviertan en
herramientas efectivas en la lucha contra
dicho flagelo que nos ha ganado el pulso hace mucho tiempo, hay que dotarlas
de facultades para que cumplan
su verdadero papel frente a la sociedad.
Hay que devolverle el sitial a las altas
cortes hoy carcomidas por los vicios de la politiquería y el delito y dignificar el ejercicio de la política, algo que a nuestros dirigentes no les gusta ni mencionar. De
lo contrario, todos estos esfuerzos caerán en el vacío y terminarán siendo otra
frustración para el país.
A la desmovilización de las FARC y su
conversión en partido político no hay
que temerle, Colombia ha tenido varias
experiencias en ese campo y nada ha pasado, incluso hoy varios viejos dirigentes
del M-19 cohabitan plácidamente
con la extrema derecha, otros tantos
del EPL, cabalgan igual o simplemente
fueron absorbidos por los
partidos tradicionales a punta de
prebendas y nada ha pasado, la vida institucional del país ha seguido su rumbo. Entonces no armemos una
hecatombe donde hay futuro y esperanza y todos a las urnas en sana paz, a respaldar la paz como
patrimonio de todos los colombianos, como un derecho inalienable.