El
balance de la gestión gubernamental es positivo si se piensa en lo aprobado en
el Congreso y en lo conseguido, no sin resquemores, dudas, improvisaciones y
desconfianzas en la Paz Total.
Por Andrés Dávila/Razón Pública/ Análisis de la Noticia/ El Pregonero del Darién
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Gustavo Petro y Francia Márquez, presidente y vicepresidenta de Colombia |
El
gobierno de Gustavo Petro ha estado marcado por su carácter reformista y
también por los escándalos. ¿Cómo le ha ido a Petro según los petristas y cómo
le ha ido según los antipetristas?
Balance
temprano
Se
acaba de cumplir un año del triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez en la
segunda vuelta electoral de junio de 2022.
Por eso
es oportuno intentar algunos ejercicios de balance, aunque todavía parezca
temprano para ello, dado el carácter profundamente reformista de su propuesta y
la incertidumbre que aún gravita sobre el panorama nacional.
Este ejercicio de balance enfrenta las opiniones
que, incluso desde hace más de un año, destaparon sus cartas entre el petrismo
y el antipetrismo rampantes.
"Por primera vez en 200 años, el sistema político se ha movido levemente de la centroderecha hacia el centro"
Cabe
indicar que el primer gobierno reconocidamente de izquierda en el país ha
enfrentado varios retos de gran magnitud y ha intentado estrategias para
asegurar gobernabilidad y gestionar las reformas sociales que considera
irrenunciables.
Gracias
a estas estrategias consiguió inicialmente condiciones de gobernabilidad
importantes, las cuales sirvieron para aprobar la reforma tributaria y para
echar a andar una agenda reformista de largo alcance.
Gobernabilidad y líneas
Después
de la salida de tres ministros, en marzo se configuró una situación crítica: se
pateó el tablero, se rompió la coalición de gobierno y se encareció la
negociación de los apoyos en el Congreso.
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Gustavo Petro Urrego/ Presidente de Colombia |
Pero
desde la perspectiva del círculo petrista, se reafirmaron las líneas rojas
innegociables. Paradójicamente, esto implicó la salida de ministros que
tranquilizaban a muchos sectores, como el de Hacienda y la de Agricultura, pero
también la de Salud (supuesto adalid de la reforma correspondiente en
perspectiva petrista).
El
balance de la gestión gubernamental es positivo si se piensa en lo aprobado en
el Congreso y en lo conseguido, no sin resquemores, dudas, improvisaciones y
desconfianzas en la Paz Total.
Por
otra parte, las llamadas reformas sociales presentan un panorama de luces y
sombras, como también ocurre con el ritmo y avance de la gestión, pues hay
muchas señales de parálisis administrativa.
Aun
así, la economía presenta señales favorables, como indica que el aumento de la
inflación se haya detenido, las cifras de desempleo hayan caído y el peso se
haya revaluado frente al dólar. Aunque claro, esto no se debe al gobierno ni a
Petro, sino al entorno internacional…
¿Para
dónde vamos?
Hoy no
sabemos en qué van a terminar las propuestas gubernamentales y cuál va a ser el
alcance del prurito reformista.
El
presidente, con una favorabilidad que ha decaído pero que parece sostenerse,
insiste en un inoficioso llamado a la calle, producto de una especie de deja
vu izquierdista.
Ante la
pregunta de ¿para dónde vamos?, las respuestas dependen del petrista o el
antipetrista ambiente y no es fácil filtrar tanto ruido para leer la situación.
Pero se pueden fijar algunas claves.
A Petro
hay que leerlo en tres niveles distintos: el de sus tweets, el de sus discursos
en distintos foros y ante variadas audiencias, y el de su acción como
presidente que, hasta el momento, ha sido fundamentalmente institucional y que,
claramente, se diferencia de lo sucedido a lo largo del gobierno de Iván Duque.
Escándalos
Lo
planteado en este balance sin balance muestra, ante todo, un panorama complejo,
convulso per se. Pero, por si algo faltara, a este proceso y panorama
se han sumado escándalos que apuntan a corrupción, clientelismo, excesos en el
ejercicio del poder y otras consideraciones que ameritan algunas reflexiones.
También
se han presentado escándalos y situaciones propiciadas por actuaciones de
personas cercanas al presidente Petro, rápida y convenientemente convertidas en
juicios morales, políticos e ideológicos en redes sociales y medios de
comunicación, algunos de ellos particularmente interesados.
Escándalos
y situaciones que, sería bueno recordar, han estado presentes en todos los
gobiernos, aunque posiblemente con dimensiones y alcances que habría que
ponderar.
El
primer escándalo, destapado en febrero, fue el del hermano y el hijo de Gustavo
Petro. Rápidamente, y aun con el costo familiar que ello implicara, el presidente
puso las denuncias en manos de la Fiscalía y tales procesos quedaron, por
tanto, bajo la responsabilidad de la institución correspondiente.
Como es
obvio, esto tuvo un costo político para el presidente y significó una primera
ruptura concreta con la opinión, más allá de los rumores sobre excesos e
intervenciones de la primera dama y las consabidas críticas racistas y
clasistas de que ha sido objeto, con prisa pero sin pausa, la vicepresidenta
Francia Márquez.
También
surgieron allí los primeros juicios morales sobre Gustavo Petro como el padre
ausente de Nicolás Petro, diputado del Atlántico, a causa de la clandestinidad.
El
segundo escándalo correspondió a la aplicación irregular de medidas como la
prueba del polígrafo a una niñera que trabajaba para la entonces secretaria
privada del presidente, Laura Sarabia. Este hecho adquirió dimensiones mayores
por lo sucedido con el hoy exembajador en Venezuela, Armando Benedetti, que
incluyó:
Disputa entre exfuncionarios.
Unas
entrevistas de Benedetti y de la niñera ante la directora (¿periodista?)
de Semana, Vicky Dávila.
Chuzadas
de celulares de la niñera y otras empleadas de Laura Sarabia.
Vuelos
chárter y viajes de niñeras con embajadores.
Las
declaraciones, anónimas o de informantes protegidos como fuente (o de espíritus
del más allá), que implicaban al presidente como dueño de maletas llenas de
dinero.
El
suicidio, corroborado finalmente por Medicina Legal, del coronel Dávila.
La
reunión del presidente con los dos funcionarios para pedirles su renuncia.
El
allanamiento de la Casa de Nariño y otras dependencias presidenciales por la
Fiscalía.
Las
citaciones de varios implicados a lo largo de estas semanas.
Las
reuniones, supuestas o reales, entre el presidente Petro y Armando Benedetti.
Cierro
la enumeración, pero entre el momento de escribir esto y el momento de su
publicación pueden surgir algunos más, atados a las ediciones dominicales, que
habría que agregar pero que no modifican de fondo la situación.
Dos
hipótesis
Sobre
lo anterior, sugiero dos interpretaciones hechas al gusto de petristas y
antipetristas.
Una
primera hipótesis es para los petristas, quienes consideran que detrás de tantas
denuncias y escándalos hay intereses muy fuertes que incluso cabrían en la
categoría de “golpe blando” y que suman a medios y a gremios y empresarios, y a
opositores explícitos e implícitos: el presidente no sabía y cuando supo,
solicitó las renuncias.
Los
procedimientos, en apariencia excesivos e irregulares contra la niñera y otras
empleadas, correspondieron a arbitrariedades propias de la inexperiencia y
juventud de alguien que de un momento a otro tiene el poder de manejar la
agenda del presidente. Y como el presidente no se caracteriza por la
puntualidad y el cumplimiento, la sensación y realidad de poder aumenta para
quien cumple tal función.
Esto se
enlazaría con el suicidio del coronel Dávila en la perspectiva de un
funcionario que, por cumplir una orden proveniente de una funcionaria de
presidencia, accedió a que se incurriera en una irregularidad. Ante la presión
de lo que se venía, tomó tan lamentable decisión.
Evidentemente
se necesita una especie de ingenuidad aprendida para conformarse con estas
versiones, pero paradójicamente unas consultas informales con personas que han
pasado por la Presidencia en distintos cargos apuntan a darle algún grado de
credibilidad a lo planteado. Sin embargo, no parece suficiente.
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Foto: Facebook: Presidencia de la República - En una primera hipótesis se afirma que los comportamientos excesivos contra Marelbys Meza y otras empleadas corresponden a la inexperiencia y juventud de Laura Sarabia, a lo que se suma la sensación de poder manejar la agenda del presidente.
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Posiblemente
en manos de acuerdos en la élite del poder colombiano que se sigue rigiendo por
la máxima de "hagámonos pasito"
La
segunda hipótesis, de gusto de los antipetristas, se divide en tres variantes:
La que
señala al presidente como responsable máximo de todo lo sucedido, incluida la
muerte del coronel Dávila.
La que
se decanta por la responsabilidad de Armando Benedetti como resultado de su
malestar por el trato que le dieron tanto Laura Sarabia como el presidente Petro.
En esta entran en juego los audios que implicarían al presidente hasta en temas
de consumo de sustancias, como en la velada amenaza de dar a conocer cómo se
financió la campaña presidencial.
Aquí,
las consultas informales lo único que resaltan es que de antemano Gustavo Petro
debía saber lo que implicaba darle juego y relevancia a Benedetti, así ayudara
a conseguir votos y recursos para una campaña que fue muy competida.
La otra
variante concluye que el anuncio del cambio fue puro discurso y que estamos
inmersos en la misma maraña clientelar y corrupta de siempre. Obviamente, para
los antipetristas extremos, por lo sucedido solo cabe pedir la renuncia o hacer
realidad el golpe.
Aislado
del ruido, por ahora cabe concluir que los hechos están en manos de la Fiscalía
y la Procuraduría. Posiblemente en manos de acuerdos en la élite del poder
colombiano que se sigue rigiendo por la máxima de “hagámonos pasito”.
Paradójicamente, pese a marchas, discursos y escándalos en redes y medios, las
instituciones tienen la palabra. Y ahí vamos.
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Andrés Dávila |
*Politólogo,
maestro y doctor en ciencias sociales de la FLACSO, México, profesor titular de
la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la
Universidad Javeriana. |
Clínica
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