viernes, 15 de mayo de 2020

Salió hacer un mandado y lo atrapó la cuarentena

Sigifredo Villegas salió de Sincelejo en Sucre, hacer un mandado a la ciudad de Pereira, allí lo cogió la cuarentena y un mes después, no ha podido regresar a casa. 


Redacción- EL PREGONERO 
DEL DARIÉN 


Su misión era aparentemente sencilla, ir a Pereira para entregarle su sobrina María Paula, de ocho años, a su señora madre, Luz Andrea Villegas y regresar de inmediato, pero por culpa de la pandemia que hoy azota al mundo entero, esto se convirtió en la mayor odisea de su vida. 

Sigifredo Villegas  es un hombre joven, 26 años lleva a cuestas, se dedica en Sucre y Córdoba a la extracción de aceite de coco, es enérgico y sin pereza, eso fue lo que más le ayudó a capotear la aventura que tuvo que afrontar. 

Salió de Sincelejo a bordo de un bus de la empresa Rápido Ochoa, el 18 de marzo a las tres de la tarde, con su sobrina María Paula, en un viaje sin mayores sobresaltos y, con las noticias por todas partes del avance de la pandemia originada por Coronavirus-19; llegaron a las diez de la noche a la ciudad de Medellín, rápidamente salieron en un taxi de la Terminal del Norte, hacia la del Sur y se embarcaron en un bus de la Empresa Arauca, rumbo a la ciudad sin puertas. Pereira. 

Aún tiene mucho por pedalear para llegar a su casa.

Todo iba de maravillas, entregó su sobrina a su señora madre y de inmediato inició su retorno, no quería contratiempos, rápidamente llegó a la Terminal de Transporte de Pereira y allí se encontró con la primera sorpresa, no había cupo a Medellín y un “caritativo” conductor lo aconsejó que se fuera hasta Manizales, que allí abordaría más fácil transporte a la capital paisa. 

Al llegar a Manizales comenzaría a vivir la verdadera odisea, la Terminal estaba cerrada por orden del alcalde, allí le hicieron la pruebas de Coronavirus, de las cuales salió bien librado y como su equipaje desde la salida de Sincelejo prácticamente lo conformaba una bicicleta, sin pensarlo dos veces a pedalear se dijo, eran las cinco de la tarde y logró hacer una jornada de cinco horas hasta un sitio cercano a las partidas para Supía. 

“Eran las diez de la noche y estaba muy oscuro, además hacía un frío letal” cuenta, por lo que optó pasar la noche en una caseta de las que usan los lugareños para la venta de frutas durante el día. Allí medio congelado amaneció. 

Ya a las cinco de la mañana del 21 de marzo, retomó la marcha y llegó hasta un sitio conocido como La María, recuerda que había una piscina natural, una especie de represamiento de una quebrada y por dos mil pesos le permitieron bañarse. 

Las vías cerradas, los pueblos y terminales cerradas y prácticamente acorralado por las circunstancias, Sigifredo preguntó cuánto valía el hospedaje y logró negociar la noche a diez mil pesos. Allí permaneció diez días. 

Sigifredo Villegas - atrapado en Carepa 

Salía por la mañana a recorrer una quebrada a disfrutar de la naturaleza y a meditar, hasta que lo atacó un enjambre de abejas, pero del ataque también salió bien librado, además ya le había llegado un pequeño crédito que le había pedido a un amigo, con lo que pudo pagar el hospedaje y otros gastos mínimos. Austeridad total ante la falta de dinero. 

El primero de abril resolvió retomar el camino rumbo a La Pintada, pero unos pocos kilómetros antes vio que un camionero luchaba para cerrar la compuerta del carro y resolvió a ayudarlo, el conductor le preguntó para donde iba, en tan precarias condiciones y respondió que para Sincelejo, el hombre le dijo que por cuál ruta y le respondió que por Urabá. 

La suerte comenzó sonreír, el transportador se dirigía hacia Bajirá, zona limítrofe entre Chocó y Antioquia por un cargamento de plátano. 

Después de un breve intercambio de palabras, la bicicleta fue subida al camión y el viaje se reinició en mejores condiciones, con la advertencia que no había plata para pagarle. 

Como el conductor no conocía la zona, el viajero terminó, no solamente como compañero de ruta, si no como guía. 

La carga se fue haciendo más liviana para este viajero, del sector conocido como Caucheras, en el municipio de Mutatá, en la bifurcación hacia Bajirá, se despidió del buen samaritano y abordó su bicicleta con decisión y arrojo para proseguir su odisea, con tan buena fortuna, que unos kilómetros adelante, otro parroquiano en una moto lo llevó a hasta Chigorodó. Ya estaba más cerca de casa. 

En este municipio donde tenía algunos amigos, consiguió trabajo, construyendo una rampa para un vehículo y en una finca sembrando maracuyá, allí permaneció por 25 días. 

Con los dineros ganados pudo pagar el crédito al amigo, hizo un trueque por una moto-bicicleta y siguió rumbo a Carepa, donde hoy permanece anclado, ya que por razones de pico y cédula, cuarentena y ley seca en algunos municipios, le ha sido imposible proseguir. 

Por hora consiguió trabajo en una finca de Zungo Embarcadero y aún es incierto el día que volverá a reencontrarse con su familia en Sincelejo.