miércoles, 7 de septiembre de 2016

La mezquindad frente a la paz

Columna de opinión:

Insultante la actitud del Centro Democrático y el sector  del Partido Conservador  encabezado por Martha Lucía Ramírez y el expresidente Andrés Pastrana frente a la paz.


Por: Wilmar Jaramillo Velásquez-Columnista -EL PREGONERO DEL DARIÉN

Por encima de los desacuerdos que se puedan tener frente a los acuerdos de La Habana, por encima de la amplia campaña de mentiras y desinformación probada, que viene utilizando el Centro Democrático para deslegitimarlos, hay una realidad inapelable sobre la responsabilidad histórica de los dos partidos tradicionales en el engendro de la violencia en Colombia y en el mismo surgimiento de las FARC.

Por esta razón de enorme peso, es que estos sectores han perdido una valiosa oportunidad de reivindicarse con la historia, con el país y con los millares de víctimas, que desde la llamada violencia política han dejado a lo largo del país.

Es allí, en las raíces de estos partidos dominantes y hegemónicos donde se guarda el capítulo más obscuro de nuestra historia, de despojo, destierro, exclusión, robo sistemático y continuado de nuestras riquezas. De ahí que las tierras y el poder económico se encuentren concentrados en unas pocas familias, paradójicamente las mismas que se oponen al proceso de paz.

Quizá para la senadora Paloma Valencia, su abuelo, sea un héroe, un patriota como suele decir su patrón, pero para la mayoría de los colombianos no, igual ocurre con la también senadora, Paola Holguín, coincidencialmente ambas del Centro Democrático.

Fueron dos partidos que dominaron al país repartiendo los cargos y el presupuesto público como una piñata, sin Dios y sin ley, no aceptaban competencia alguna, el menor asomo de otra fuerza política era una amenaza comunista que atentada contra sus intereses, los mismos argumentos que hoy esgrimen para oponerse a la paz, que coincidencia.

Por eso digo que estos sectores recalcitrantes de una extrema derecha ortodoxa, aferrada a la camándula por un lado, al odio y al poder por el otro, han perdido una enorme oportunidad de legalizarse entre la sociedad moderna, de hacer un especie de mea culpa frente a un pasado tan siniestro y turbulento.

Las FARC fueron un engendro parido por los abusos de estos partidos, una especie de Frankenstein criollo, al que hoy le tienten pánico, porque es mejor tenerlas como el coco, que como el contradictor ahora en las urnas y sin armas. 

Interesante la batalla que le dio el presidente del Partido Conservador David Barguil a Martha Lucía Ramírez y a Andrés Pastrana Arango, él es un dirigente joven y hoy puede ver el país desde otra óptica, menos violenta, menos sanguinaria, pero más justa y equitativa.

Es ahora o nunca la oportunidad de comenzar a construir la verdadera Colombia y para eso hay que tener grandeza y amor de patria y de esto carecen quienes se oponen a los acuerdos, como si los crímenes de liberales y conservadores en contra de la sociedad hubiesen sido menores, sus masacres, sus “Chulativas”, sus “pájaros”, sus “sangre negras”, sus “Chispas”, sus “capitanes venganza”, como si el despojo y el destierro de miles de familias, no hubiese sido su responsabilidad y ahora nos vienen aponer cara de magdalenas implorando respeto por la institucionalidad y por las víctimas.

Ellos saben que están cuidando sus exageradas fortunas, sus tierras mal habidas, su poder desmedido y que se escudan en unos incautos que los tienen de mampara, de anillos de protección para cuando el mundo se les venga encima utilizarlos como contención, no le tienen miedo a los acuerdos, le tienen miedo a la verdad. Yo que soy víctima de la guerra, perseguido por el Estado y mi familia atacada por las FARC, le digo sí al plebiscito, sí a los acuerdos de La Habana, sí a la posibilidad que mis hijos y mis nietos habiten una Colombia más humana, más equitativa.