martes, 15 de agosto de 2017

Julio Carlos Angulo: Un pironte a mar abierto

A lo lejos, el salitre en la brisa del mar, trayendo esencias nuevas y antiguas de mujeres con el jugo de frutas tropicales y el color de los recuerdos.

El maestro, Julio Carlos Angulo, con el periodista Wilmar 
Jaramillo Velásquez, en las playas de San Juan.

Por: Juan Mares- especial para El-PREGONERO DEL DARIÉN

Sin espejos. Conocí a Julio Carlos Angulo en una exposición en el Banco de la República en Medellín. Allí me enteré de un personaje de las artes plásticas, de los mayores representantes en todo Latinoamérica en el manejo de la acuarela. Por aquellos días vivía en Envigado. En cualquier caso uno de los más altos representantes de la técnica acuarelista en Colombia. Qué no decir como representante del arte en Urabá y en especial de un pueblo refundido en uno de los más extraños parajes de la costa atlántica, en el caribe antioqueño. Tierras que fueron el paraíso del coco. Hoy es más plátano que cocoteros.

Se ha paseado con pinceles, bastidores y cuadros por África, Europa y Estados Unidos. Un día cualquiera, ya al cabo de los años, cuando Medellín ardía al fragor de Pablo Escobar, optó por vender la casa en Envigado y decidió sentar sus reales en su pueblo de origen: San Juan de Urabá. 

Es un batallador por todo lo que enriquezca a los pueblos en cultura artística. Cuando en San Juan se ven a gatas para pagar al director de la Casa de la Cultura, él es el apaga incendios. Allí, remansado en un transcurrir bucólico, sembrando esperanzas en cada uno de sus pupilos, se la pasa el Maestro Angulo dosificando sus días.

Julio Carlos Angulo, nació en 1950 en San Juan de Urabá, allí en las costas donde arribó un náufrago del que García Márquez escribió su relato luego de estar durante un tiempo a la deriva en alta mar. Este episodio puso en el mapa al caserío que aún no era municipio. Hoy el más alto referente de este municipio es sin duda, nuestro artista, pironte de atardeceres con arreboles y palenqueras. Testimonio que acumuló en su memoria para llevarlas al lienzo luego de realizar estudios de Bellas Artes en Cartagena.

La segunda vez que estreché su mano fue en un homenaje que le hicimos en la Casa de la Cultura Con motivo de la exposición anual de Septiembre Pinta Bien, en compañía de Jenaro Mejía Kintana en el año 2014; un evento para estimular las artes plásticas en la región de Urabá y creado por Joaquín Mario Murillo en el año 1997. 

De Julio Carlos se pueden buscar todos los epítetos lenitivos para exaltar su carácter sapiente, jovial y de servicio a su comunidad. Es un referente consultivo como en las más lejanas historias de los abuelos africanos, esos ancestros de señorío que dan los años para convertirse en una biblioteca biológica humana.
El maestro, en su estudio de su natal San Juan
Julio Carlos sigue perfilando historia de paisajes marinos, de cuerpos de mujeres de piel negra con la brillantez mate que adocena el sol y los colores de la tarde, cuando el sol empieza a esfumarse tras una nube, o la distancia del horizonte. Allí el paisaje entre platanales o ya desde la orilla de barrancos donde el lila, los grises, los ocres y los caobas son recreados en sus diversos matices. Los pueblanos Sanjuaneros le observan con el respeto que inspiran las personas sabias. A veces ni lo echan de ver de lo cotidiana que es su figura entre sus paisanos en su alrededor. 

Julio Carlos es un tesoro de artista prodigo en el ejercicio de la vida recreada: crea sus ámbitos, la pincelada y sus combinaciones coloridas, ya con el óleo o la acuarela; allí la perspectiva de sus proporciones en el volumen para dar solidez y gracia en cada superficie donde se paisajean personajes de su cultura, con su cultura y para la cultura como cultivo de tradiciones que permean la memoria de evocaciones diversas.

Imágenes que se van eternizando desde los andamiajes de sus bastidores, la policroma paleta y la individualidad de sus pinceles barruntados de lo esencial; de los barruntos de la tarde o del iris de una falda de mariposas y colores. A lo lejos, el salitre en la brisa del mar, trayendo esencias nuevas y antiguas de mujeres con el jugo de frutas tropicales y el color de las presencias y los recuerdos.

Julio Carlos es un emblema del arte, cuando ha sido trabajado, con la visión del oteador aguzado, para transferir el paisaje humano con el encanto de los magos de la plástica, a los lienzos con sus cielos de lejanías para el recuerdo, o para uno zambullirse en el fondo de una tinaja y escuchar los sonidos del silencio. 

Hay un escándalo de colores por las calles de San Juan de Urabá, que los citadinos no han podido escuchar, o tal vez sí y se hacen los locos, para que no se les vaya el verdadero.