El presidente no es un capataz, ni un mandamás, es un filósofo, un líder social, un guerrero y un hombre comprometido con su pueblo.
Por:
Luis Fernando Uribe*/Opinión/ El Pregonero del Darién
Médico/Luis Fernando Uribe |
Alguien
que ha expuesto su vida denunciando toda la expoliación y el genocidio (450.000
muertos), es un hombre que merece todo nuestro respeto y admiración. Los meros
epítetos desgastados ya, no hacen mella a su nombre. Que este rodeado por
traidores y falsarios es otra cosa. Todas las denuncias son aceptadas y obligan
a prontas y efectivas investigaciones para apagar la vocinglería de un fiscal
inepto y de una procuradora sesgada por el odio.
Es
imposible que un presidente que está liderando un proceso de restauración a nivel
mundial presente una gestión impecable a sabiendas de una tropelía
delincuencial como la que los medios están haciendo parecer.
El país
está tomando las sendas del progreso, no sólo es el desarrollo económico de una
sola clase la que debe engrosar los titulares de los periódicos, magazines y
publicaciones especializadas. Es en la cotidianidad de del colombiano común, el
mercado, la canasta familiar y la garantía de los servicios y derechos básicos,
donde vemos el inicio de la redención esperada: el empleo aumenta con 750.000
nuevas plazas, los alimentos bajan de precio dado un pacto inteligente con las
grandes empresas y el advenimiento de las nuevas cosechas de las tierras
entregadas al campesino.
La educación se reactiva con la construcción
de nuevas universidades y colegios, la conectividad avanza y las transiciones
energéticas ya supera el 67% de propuestas descarbonizadas; se construyen
nuevas vías, se reactiva el ferrocarril (abandonado por negociados corruptos).
Todo a
la par de un desarrollo internacional multipropósito con un claro liderazgo
pedagógico y político.
El
presidente no es un capataz, ni un mandamás, es un filósofo, un líder social,
un guerrero y un hombre comprometido con su pueblo. Tampoco es un resentido
social en una lucha fratricida con la oposición; por el contrario, la protege y
garantiza su vida, es respetuoso y siempre está dado al diálogo y al debate con
altura.
Algunos
me tildarán de fanático, pero no, es lo que veo en sus discursos y en su
accionar. Es un líder que se respeta y se quiere, las fuerzas armadas lo
aprecian. Los cuarteles saben de su compromiso por el bienestar de la tropa, de
su deseo de promoción educativa y social lejos de roscas y linajes. También han
entendido que su misión es otra bien diferente a la muerte, y es por eso, que,
en estas coyunturas revestidas de chismografía y comedia social, estos
personajillos - hijos de las mafias políticas y los cacicazgos-, van saliendo
de un gobierno que con los días depura y escoge sus protagonistas. Y como diría
un buen amigo: "¡Los que somos, somos, y los que no.…no!"
*Médico pediatra.